Carmen Martínez Pineda: "La II República no fue una verdadera democracia"


José Luis Trullo.- Carmen Martínez Pineda estudió Historia del Periodismo en Universidad Complutense de Madrid y se doctoró con una tesis sobre la censura de prensa durante la II República española, una síntesis de la cual se ha publicado hace unas semanas con el título Libertad secuestrada (Última Línea, Madrid, 2018). En esta impactante entrevista, nos habla de las dificultades que tuvo que superar para acceder a la documentación en la que basa sus investigaciones; asimismo, desenmascara uno de los mitos más pertinaces de la sociedad española, cual es el de que la Segunda República fue un período en el cual nuestro actual sistema político debe inspirarse. A la luz de las conclusiones que plantea en esta entrevista, mucho nos tenemos que ello no tiene por qué ser necesariamente así.

- Carmen, ¿cómo se te ocurrió abordar una investigación como la de la censura de prensa durante la Segunda República?

Cuando empecé mis estudios de doctorado, leí por casualidad en un manual de Historia del Periodismo un epígrafe muy somero dedicado a la prensa en la II República en el que, de soslayo, se mencionaba algo alusivo a la censura. Me llamó la atención porque yo había estudiado Periodismo en la Universidad Complutense y, sin embargo, ninguno de nuestros profesores nos había explicado nada relativo a la censura de prensa durante la II República. Me sorprendió que en una facultad que ha de formar a los futuros comunicadores se dedicaran clases enteras a desentrañar las claves de la censura franquista, que se hablara de la falta de libertad en la dictadura de Primo de Rivera e incluso durante la Restauración canovista y, sin embargo, no se mencionara un periodo en el que también había existido la censura. Cotejé esta información con otros manuales de Historia del Periodismo y en todos me encontré con la misma parquedad informativa, meros epígrafes que despachaban el tema en pocas líneas. Así que me dirigí a la hemeroteca donde pude comprobar la existencia de páginas mutiladas, con entrefiletes del Visado por la Censura. Se trataba de un tema completamente desconocido por la mayoría de los ciudadanos de este país y creí que, por ello mismo, merecía un estudio exhaustivo. No me parecía lógico que en la historiografía española se hubieran dedicado tantas páginas a explicar pormenorizadamente la labor de fiscalización y censura del régimen franquista y que, por otro lado, no existiera un solo libro que abordara este tema en un periodo de tanta relevancia histórica como la II República. Entonces me formulé la pregunta que probablemente cualquier lector se hará: ¿por qué este vacío documental? ¿Cómo era posible que se hubiese silenciado esta realidad durante 80 años? Porque las pruebas de la censura existían, eran irrefutables, las ofrecen los propios periódicos de la época en sus páginas cercenadas, pero la mera imagen que ofrece un medio o lo que alega un medio y muestra a sus lectores, no es en sí una explicación fundamentada del procedimiento y la mecánica de la censura.  Necesitaba recurrir a las fuentes primarias, encontrar la documentación que acreditase sin ningún género de duda que la censura había sido una realidad cotidiana durante los más de cinco años de régimen republicano. Ese fue mi reto. Un gran reto, difícil y arduo, que me llevó ocho años de investigación pero que, finalmente, se materializó en un trabajo, en forma de tesis doctoral, del que ahora surge mi libro Libertad Secuestrada. Se trata de una adaptación divulgativa publicada por la editorial Última Línea. Y he de decir que he quedado muy satisfecha con el trabajo. Han hecho un espléndido trabajo al crear un libro cuidado, con mucho mimo, prestando gran atención a los detalles, como la portada o las fotografías, que conservan el aspecto original, envejecido, de la época.

- ¿Con qué dificultades te encontraste durante tu investigación?

Esa es la pregunta clave. Porque durante mi investigación me he encontrado con toda clase de dificultades. La primera y fundamental es la pésima catalogación del material original. Y aquí respondo a la pregunta que yo me formulé: la razón por la que durante 80 años un tema tan novedoso, original, desconocido como este no se había abordado es porque apenas se conserva documentación. O eso se creía. Cuando empecé  mi trabajo más de un profesor me alertó de que sería una misión imposible ya que durante la guerra había desaparecido prácticamente toda la documentación de la II República. Fue la misma respuesta que me dio el archivero del Archivo General de la Administración donde se conservan los fondos desde 1933. Aun así yo seguí, en contra de estos consejos ‘sensatos’. Y lo hice porque soy obstinada, demasiado, y porque mi instinto me decía que había mucho más de lo que se creía, documentos que tendrían que salir a la luz tarde o temprano. Tuve entonces un golpe de suerte. De un modo completamente azaroso, muy al comienzo de mi investigación, encontré por casualidad una carpeta con los telegramas que constituyen los pilares de mi trabajo. Estaban sin catalogar, en una carpeta ocre, desgastada, pésimamente conservada, dentro de un legajo con documentos irrelevantes del Ministerio de la Gobernación. El título era desalentador incluso para el investigador más avezado: telegramas sobrantes. Y, sin embargo, yo escarbé en esa carpeta, la desmenucé con los ojos atónitos porque no podía dar crédito a lo que hallé: todos los telegramas de los ministros de la Gobernación a sus gobernadores civiles con instrucciones precisas de censura emitidos entre los años 1933 y 1936. No eran más de una docena, pero suficientes para ratificarme en mi hipótesis inicial: la censura de prensa no había sido algo coyuntural ni aislado, no había sido improvisada, sino metódica, persistente y con gobiernos de distinta ideología. Y lo tenía ahí, frente a mí, que temblaba de emoción. Recuerdo aún ese ahogo que me subió de golpe. Estaba en el archivo de la administración, en Alcalá de Henares, y no dejaba de leer con los ojos apretados aquellos papeles. ¿Cómo podía ser que estuvieran allí, que hubieran permanecido ocultos durante tantas décadas y los encontrara yo? Fue un hallazgo providencial justo cuando estaba a punto de rendirme, cuando me sentía desfallecer y empezaba a dar crédito a las voces que me advertían que sería un trabajo baldío.

A partir de ese momento me recorrí los archivos de medio país: el Histórico de Madrid, el propio AGA, el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, el Militar de Ávila, el Nacional de Cataluña, el Provincial de Murcia (uno de los pocos que conserva fondos del Gobierno Civil de la II República). Y también me adentré en las hemerotecas para que en el trabajo estuvieran las dos versiones de una misma realidad: la del gobierno y la de la prensa. Pero la dificultad mayor no fue la investigación. Porque el trabajo, por muy duro, largo y laborioso que sea, solo depende de ti, de tu tesón y de tus fuerzas. Lo realmente difícil es batallar con aquellos que ponen obstáculos en tu camino. Yo empecé mi tesis en el departamento de Filología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. No era el lugar adecuado y decidí cambiar a Historia de la Comunicación Social. El primer profesor al que recurrí para que dirigiera mi tesis me había dado clase durante la carrera, pero rechazó tutelarme la tesis y me derivó a la que sería mi directora, una mujer de izquierda que desde el minuto uno intentó que mi tesis se centrara única y exclusivamente en la etapa de las derechas: el II Bienio. Yo me negué. Sus argumentos me parecían muy poco convincentes. Insistía en que el periodo del que me quería ocupar era demasiado extenso para una tesis doctoral. Mi respuesta fue que el tema era completamente novedoso, que mis documentos eran inéditos, que nadie sabía siquiera dónde estaban porque no se hallaban catalogados, estaban perdidos, y que por tanto no iba a modificar mi enfoque. Salí de esa primera entrevista con la certeza de que no iba a recibir ningún apoyo de ella, pero no me importó. Solo necesitaba una persona que firmara la dirección de la tesis para cumplir con el trámite burocrático que exige la Universidad. Seguí trabajando sola, seguí visitando archivos, seguí leyendo por mi cuenta toda la bibliografía (de autores de derechas y de izquierdas) que había sobre el tema y al cabo de casi seis años le presenté mi trabajo. Antes lo había inscrito en el registro de la propiedad intelectual. Puedes imaginar cómo le sentó mi tesis. Pretendía que la rehiciera por completo, algo que yo, por supuesto, no estaba dispuesta a hacer. A mí solo me quedaban seis meses de plazo para defender mi tesis. La moratoria que había dado el gobierno para la defensa de las tesis antiguas expiraba en febrero de 2016 y ella no hablaba o me aportaba excusas peregrinas para no llevar mi tesis a tierra firme. Así que le escribí un último e-mail. Le dije que no podía dejarme en la estacada en el último momento y que, si por razones ideológicas, no quería seguir adelante con la tutela que, al menos, me permitiera defender mi trabajo con otro profesor. Entonces me presentó al que fue mi director, Manuel Sánchez de Diego Fernández de la Riva, del departamento de Derecho, no de Historia, un hombre honesto, audaz, que supo darme los consejos que necesitaba para sacarle mucho más provecho a mi trabajo, poniendo en valor la ingente documentación inédita que yo había encontrado y que estaba ahí, al alcance de todo el mundo después de ochenta años oculta.

- ¿Qué sorpresas te llevaste, respecto a tus hipótesis iniciales?

La principal sorpresa fue, como he comentado antes, comprobar que había mucha más documentación oculta de la que se podía imaginar. También me sorprendió saber que había sido precisamente el gobierno ‘progresista’ del I Bienio el que puso en pie todo el aparato de censura de prensa. La derecha que gobernó durante el II Bienio se limitó a aplicar la legislación que había desarrollado el gobierno del I Bienio para fiscalizar a la prensa. Antes de mi trabajo ya se habían publicado algunas obras sobre la prensa en la II República, siempre desde dos perspectivas: un enfoque legislativo y otro periodístico. Yo quería aunar ambos enfoques y completarlos, además, con el ejecutivo, comprobando cómo aplicaron la censura cada uno de los gabinetes que se sucedieron en el poder. Pude constatar algo que nadie había contado antes, cómo los tres poderes fueron decisivos para amordazar a la prensa. En el plano legislativo la Ley de Defensa de la República y  luego la Ley de Orden Público permitieron la suspensión de periódicos y la censura previa. Pero la legislación era aplicada por jueces y fiscales que actuaban en colaboración estrecha y permanente con los gobernadores civiles. Estos últimos actuaban al dictado del ministro de la Gobernación y de su mano derecha, el director general de Seguridad, pero además imponían multas y ordenaban la suspensión de periódicos por días, semanas e incluso meses. Para darle visos de legalidad a esta decisión arbitraria y discrecional, recurrían al juez de guardia, que dictaba una orden de secuestro del ejemplar y la incautación del molde. Era un operativo perfectamente engrasado que no dejaba cabo suelto. No era algo rudimentario. No era algo puntual. Ese fue mi gran hallazgo.

- ¿A qué conclusiones llegaste?

Que la II República no fue una verdadera democracia. Todo estado de derecho debe sustentarse en un pilar incuestionable: la libertad de expresión e información. Y no podemos afirmar que un país que vulnera esta libertad es democrático. Durante la II República se dictaron numerosas órdenes de suspensión de periódicos, no solo contra aquellos rotativos que no eran adictos al gobierno o al régimen, sino contra cualquiera que se atreviera a disentir con el ejecutivo o con el gobernador civil de turno. Se encarceló a periodistas y a directores de periódicos sin que se celebrara ningún juicio ni, por supuesto, hubiera sentencia alguna. Se ejerció una censura metódica de prensa, siguiendo un esquema piramidal en cuya cúspide se situaba el ministro de la Gobernación, por debajo los gobernadores civiles y en la base los alcaldes. Había cuerpos de funcionarios que actuaban como censores en las sedes del Gobierno Civil y de las Alcaldías. Durante el estado de guerra, las Comandancias tomaban el testigo en la aplicación de la censura, siguiendo también un esquema piramidal. Se intervenían telefonemas, cartas, telegramas de las agencias de noticias a los medios españoles e incluso de los corresponsales a sus periódicos extranjeros. Porque, no contentos con censurar a la prensa española, los diferentes gobiernos se atrevieron a traspasar las fronteras, extendiendo los tentáculos de la censura también al exterior. Muchos corresponsales fueron detenidos y expulsados por opinar en contra de una medida del gobierno. Se amenazaba a directores de periódicos. Luis Higón, que firmaba sus escritos con el seudónimo de Luis Sirval, se atrevió a denunciar en su medio el fusilamiento de una joven comunista de 16 años, Aída de la Fuente, durante la represión de la revolución de octubre. Fue encarcelado y fusilado en la prisión de Oviedo. El teniente de la legión que lo ejecutó no estuvo ni seis meses detenido. Tampoco perdió su cargo. Son pruebas elocuentes de la ausencia absoluta de libertad de información que imperó en la II República.

- ¿Cuál ha sido la recepción de las mismas, tanto entre la comunidad
académica como a nivel periodístico y de repercusión social?

Creo que todavía es muy pronto para responder a esa pregunta porque Libertad Secuestrada se ha publicado hace unos días. Aún está llegando a las primeras librerías. Si te digo la verdad, Uroboro ha sido el primer medio se ha interesado en mi trabajo para darle visibilidad. Estoy recibiendo apoyo en las redes sociales, comentarios de personas que se interesan en el tema, de editores e historiadores. Dentro de unos meses podré ver cómo se va dando a conocer el trabajo. Pero lo cierto es que cuando eres una completa desconocida es muy difícil que un medio nacional e incluso autonómico te dedique un espacio.

- ¿Crees que la Segunda República española es conocida, en la
actualidad, de manera fidedigna? ¿Qué echas de menos, a este respecto?

En absoluto. Creo que es un periodo mitificado, abanderado por la izquierda como adalid de libertades que, en realidad, fueron mucho más débiles de lo que se ha hecho creer. Pero la verdad se acaba imponiendo, pese a quien pese. En los últimos años están surgiendo estudios que, como el mío, desde diferentes perspectivas, sacan a la luz muchos de los fallos democráticos de la II República. Se trata de estudios serios, rigurosos, que exhiben documentos reales, no falacias. La respuesta de los defensores más nostálgicos de la II República es atacar al investigador, desprestigiar nuestro trabajo. Hay un artículo de 2011 de Edward Malefakis en El País que nos tilda de neorrevisionistas. Nos compara con los revisionistas de la escuela de Moa. Sostiene que, mientras los moístas esgrimen argumentos franquistas, los neorrevisionistas nos apoyamos en datos que evidencian los fallos democráticos del régimen para desacreditarlo. Es un artículo interesante para comprender hasta qué punto los grilletes ideológicos pueden llevar a justificar lo injustificable. De su artículo se desprende que no cabe crítica posible a la II República porque fue la primera democracia que permitió la celebración de elecciones libres. Y esto es cierto, qué duda cabe, pero también es cierto que sus gobernantes se excedieron en su ansia de defender el régimen, que traspasaron límites inaceptables en cualquier estado de derecho. Decir que aquel que demuestra con pruebas irrefutables esta verdad es un neorrevisionista, ligarlo ideológicamente con historiadores como Pío Moa (al que yo también cito en mi trabajo, dicho sea de paso, porque todas las voces han de escucharse para tejer un mosaico equilibrado e imparcial), es de un cinismo que sonroja. Y de una incongruencia inadmisible. ¿Qué hemos de hacer, según Malefakis, aquellos historiadores que nos enfrentamos al reto de desentrañar la verdad, mantenerla oculta otros 80 años, esconder los documentos debajo de la alfombra como han permanecido durante ocho décadas para que los historiadores progresistas no nos acusen de ser neofranquistas? Malefakis y otros como él justifican la merma de libertades de la II República recurriendo al contexto convulso que vivía el país. Yo también hablo de ello en mi obra, pero el contexto era el mismo para toda Europa y la censura no se ejercía con la misma intensidad. Y el contexto no justifica una censura continuada, la fiscalización absorbente de la prensa. Si queremos una verdadera democracia, tendremos que empezar por criticar los fallos de aquella etapa que no logró consolidarse como tal. Decir esto no supone defender a los golpistas, ni amparar una dictadura militar, inaceptable, como todas las dictaduras.





EL TIRANO ANTE EL ESPEJO

Según el autor de este artículo, "los tiranos de todos los tiempos (y no me refiero sólo a los personajes infaustos, sino también a las masas enardecidas) sólo tienen una idea en mente: que el mundo entero les devuelva, impoluto, su reflejo. Por ello, antes que cualquier otra cosa, en cuanto acceden al poder se esmeran en abatir las estatuas de los déspotas que les precedieron: ellos deben ser los únicos ídolos dignos de adoración. Además, reescriben la historia para que les brinde la imagen que tienen de sí mismos: como mesías salvadores que restauran el orden perdido, y devuelven las aguas de la caótica realidad al cauce de la horma correcta. Rotulan las calles, borran los rastros (y los rostros) de las fotografías oficiales, enmiendan la plana a los cronistas y, si es preciso, ¡a los científicos!"


 PSICOPATOLOGÍA Y PODER ABSOLUTO

Miguel Catalán reflexiona sobre la relación inversa entre sensibilidad moral y dominio político que explica el vínculo entre psicopatía y poder absoluto. "Sólo la eficacia política de la falta de miramientos esclarece el hecho de que a lo largo de la historia hayan regido las naciones más poderosas mentes de perfil psicopático ayunas de empatía por el sufrimiento de sus semejantes e indiferentes a la suerte no ya de los pueblos vecinos, sino del suyo propio. Ello se debe a que para alcanzar la máxima potestad en un gran territorio suele ser rentable la concertación de la mayor falta de escrúpulos con la astucia más sutil".


EL LIBRO COMO ALTAR PORTÁTIL

Que la nuestra sea una época que le ha dado la espalda a los libros (a despecho de que, gracias a la impresión digital bajo demanda, hoy se publican más títulos que nunca: en España, más de ¡80.000! cada año) acrecienta nuestro estupor ante lo que significaron, en términos no sólo de conocimiento, sino ante todo vivenciales, para las personas de otros tiempos. Pasma saber que, para ellas, poseer un libro, aunque se tratase de un humilde devocionario en el que se recogieran las oraciones que se debían entonar todos los días, lejos de significar una práctica mundana, incluso banal, se revestía de una auténtica dimensión mística, trascendente. Es por ello que, en cierta ocasión, he llegado a hablar del libro como altar portátil.

ROBERTO JUARROZ:
LA CREACIÓN DE UNA NUEVA PALABRA


El poeta argentino Roberto Juarroz (Coronel Dorrego,1925, Temperley, Buenos Aires,1995) constituye un ejemplo perfecto de escritor autoconsciente de sí mismo y de la tarea acometida en su obra, hasta el punto de que, excepto algunos, no muchos, poemas, el grueso de su producción se agrupa bajo el título “Poesía Vertical”, formada por trece volúmenes publicados en vida, más otro último, póstumo, y algunos poemas posteriores sueltos. Así, esa única obra, desplegada en sucesivas entregas, como ramas salidas de un único tronco y de una sola tierra nutricia, puede entenderse como una sucesiva profundización de unos pocos temas que la recorren y vertebran por entero, o quizá mejor dicho, de uno solo, con varios rostros: el sentido de la creación poética; la función del poeta y su palabra; la posibilidad de una experiencia poética omnicomprensiva de la Realidad. LEER MÁS


LA POESÍA CUÁNTICA DE BASARAB NICOLESCU

En este denso y atento análisis de los Teoremas poéticos del físico rumano, se define al ser humano como un buscador del sentido profundo por debajo de la apariencia contradictoria de la presencia-ausencia de las cosas. Y es que no es sino en la experiencia interior donde el sentido nace. De esta forma, los poetas, “que usan las palabras como objeto de investigación de lo que está más allá de las palabras”, serían los “físicos del sentido”, aquellos que se mueven en el ámbito omniabarcante de la lógica ternaria del tercero incluido. LEER MÁS


ADIÓS A LAS LIBRERÍAS

Decenas, cientos de autores de referencia, cuya solvencia está fuera de toda duda, no encuentran acomodo en las librerías del siglo XXI. Sin embargo, miles de alfeñiques literarios acaparan toda la atención de unos lectores que, eso sí, se verán a sí mismos como detentores de una alta capacidad crítica, pues... ¡están al día! La actualidad lo devora todo en el altar del instante; no hay tiempo para emplear lo que se lee en madurar un pensamiento propio, en entablar una relación dialéctica con lo leído: hay que leer mucho y rápido, opinar a bote pronto y pasar a toda velocidad al próximo título, ¡la farsa debe continuar! LEER MÁS


KAFKA: LA CONDENA DE SER ACUSADO

En un sentido profundo, el dedo que acusó forma parte de la mano que castiga. O, dicho a la inversa, el índice que aprieta el gatillo es el mismo que antes señaló la pieza. El vínculo entre la hostilidad de la acusación, la vergüenza que siente el señalado, el sentimiento íntimo de culpa y el castigo exterior ha sido expuesto por Franz Kafka a la cruda luz de su escritorio.  El nexo que advirtió Kafka entre la acusación y la condena se reduce al más simple de los enunciados posibles: la condena consiste en la acusación. Esa equiparación entre acusación pública y condena revela el significado social de la acción de acusar en voz alta o por escrito que cualquier grupo emprende contra uno de sus miembros. LEER MÁS






LA ESCRITURA CONTRA LA LECTURA

Leon Tolstoi, en sus diarios, especulaba con la perspectiva de no publicar nada en vida, asumiendo que el texto verdaderamente valioso es aquel que se propone, activamente, no ser leído. Y es que, si uno escribe, es porque ha renunciado ‒ni que sea mientras escribe‒ a hablar, no sólo porque no encuentra interlocutor, sino porque inconscientemente lo aleja. Sí, aunque no lo sepamos, escribimos, no para acercar(nos) a los demás, sino para mantener las distancias, para poner silencio de por medio, para hacer el vacío en torno a nuestras palabras, las cuales, por el mero hecho de ser plasmadas, acceden a una existencia soberana, plena, más allá de que sean o no atendidas por un destinatario más o menos concreto. LEER MÁS


LA AMARGA LUCIDEZ DE SÁNCHEZ FERLOSIO

Es la de Ferlosio la viva estampa de la renuncia. Ya hace mucho que se ha rendido. "Lo malo de los viejos es que ya no cambiamos de opinión", admite, aunque no se acaba de entender qué tiene de sabio empecinarse en el error. Y es que Ferlosio encarna a la perfección cierta forma de ejercer la hispanidad, que él mismo retrata con certeras palabas: "La desazón española no ha conocido nunca la esperanza, en su lugar pone una aceptación eternamente rencorosa". Rencoroso es el pecio ferlosiano, lúgubre, airado, sin ironía, crispado hasta lo cómico. LEER MÁS


EL ÁRBOL EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

Libros al Albur acaba de publicar la antología El árbol en la poesía española del siglo XX, un ebook gratuito que incluye decenas de poemas sobre esta bella temática. León Molina, el poeta y aforista cubano residente en España, ha escrito un emotivo prólogo como invitación a su lectura y disfrute, que reproducimos con la autorización del autor. LEER MÁS


EL HOMBRE QUE SE INVENTÓ A SÍ MISMO

Que Bukowski perseguía una idealización catártica de una existencia gris y hasta patética queda avalado en que se convirtió a sí mismo en personaje literario: en (anti)héroe de... ficción. Henry Chinaski, alter ego del autor, protagoniza algunas de sus obras más reputadas, en cuyo odre vierte con desparpajo todos los atributos que él mismo no se atrevía a encarnar en la vida de todos los días. Se presentaba como adalid de los desarrapados, las prostitutas y los mendigos, pero él era millonario. En su libro sobre el autor de Factótum, Juan Corredor concluye con palabras que no dejan lugar a dudas: "Su afición a la marginalidad es impostada y está respaldada por una cuenta de ahorros". LEER MÁS


LA POESÍA COMO CELEBRACIÓN

El poeta Antonio Reinoso Lamela se pregunta: "¿Tiene que cantar siempre el poeta a una pérdida, a lo que le falta para estar completo, a lo que está a punto de llegar pero nunca se nos da totalmente? ¿Tiene que ser la gran poesía una elegía, un lamento, o por lo menos un canto a la ausencia, a lo que se nos escapa? Hay ejemplos de lo contrario. El mejor Jorge Guillén, el de Cántico, que hace de la poesía un canto a la vida perfecta, a la absoluta belleza de todo". LEER MÁS


LA ÚLTIMA METAMORFOSIS 
DE OSCAR WILDE

La carta que Oscar Wilde le escribe a Alfred Douglas desde la cárcel de Reading es más un breviario de espiritualidad más que una confesión, un sudario o una premonición biográfica. Aquí nos importa ahora su naturaleza de refutación de un equívoco, de patada a la superfluidad de cierto decadentismo de escaparate, más que su incidencia como punto de inflexión de un mito literario (y, como tal, condenado a la pequeñez de los manuales y de los fieles). El De profundis es un hito por lo que tiene de desafío de la tradición balsámica del arte: es, ante todo, un evangelio profano. LEER MÁS


JUAN RULFO : EL SILENCIO COMO OBRA DE ARTE

Tras publicar dos libros decisivos para la historia de la literatura hispanoamericana, Juan Rulfo amasó durante años su silencio. Lo trabajó como hacen los escultores con el mármol, la piedra o la madera. Lo trasladó a sus fotografías. Y así siguió trabajando su silencio hasta que llegó a ese punto en el cual el silencio se volvió algo impreciso como una luz que todo lo oscurece, pero ya Rulfo estaba en esa orilla donde nada importaba y donde el silencio fue a larga una obra de arte sólida en su fugacidad, una obra de arte que le robó tiempo a su escritura y a su vida. LEER MÁS


CONRAD Y EL SENTIDO DE LA AVENTURA

En una época como la nuestra, hombres del siglo XXI, que hemos despreciado (salvo contados casos) la dimensión existencial de la aventura, que se reduce en nuestros días a una parodia grosera en los llamados deportes de riesgo y los programas de las agencias de viajes organizados, volver a leer los relatos marineros (de entre los que destacan con fuerza La línea de sombra, Tifón o El corazón de las tinieblas) del escritor polaco, nacionalizado británico, Joseph Conrad significa recuperar una tesitura espiritual para la que, tal vez, ya hemos perdido toda esperanza. LEER MÁS


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Tal vez, la literatura es el único espacio donde las contradicciones no se crean ni se destruyen, sino que conviven y se transforman ante nuestros asustados ojos. La literatura es el deseo de nunca acabar. Pero, para llegar a este espacio indómito y fundacional, no basta con la pluma, la máquina de escribir o el ordenador personal; tampoco nos asegura el acceso a él una imaginación desgarrada, una habilidad técnica o un cierto compromiso con la tradición consolidada. No: para abarcar la raíz de la palabra y beber de las aguas de la inspiración original hay que dar un paso más allá. Pero... ¿hacia dónde? LEER MÁS


RILKE: PENSAR LO HONDO

Las Cartas a un joven poeta pueden ser consideradas un auténtico tratado de formación que, lejos de toda artificiosidad, acomete, en las diez misivas enviadas a F. Xaver Kappus, la tarea de tomarse en serio la vida, de hincar la existencia en lo profundo que constituye y nutre al ser humano. Cuando hoy las aristas del existir son permanentemente limadas, ocultadas y depreciadas, la lectura de este epistolario provoca ese vértigo del que habla la octava carta a propósito de algo que, en la actualidad, tampoco y tan poco queremos oír: “Estamos solos”. Gracias a ello descubriremos lo que el poeta llama “vida propia”, “nuestro destino”, que sólo puede develarse tras acceder a lo hondo pensado en su radicalidad… LEER MÁS


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Contrario a los sistemas filosóficos establecidos en su época, principalmente el de Hegel, Kierkegaard pensaba que la razón que pretendían imponer perjudicaba a la creatividad y singularidad de la persona, por lo que optó por pronunciarse en sentido opuesto, enfrentándose a la dificultad y manteniendo vivo el espíritu a través de la ironía. Conocido como el «Sócrates del Norte», se servía de ésta, al igual que el filósofo de la antigua Grecia, como un arma contra el todo normativismo. Se acaba de publicar una nueva traducción de Diapsálmata donde podemos disfrutar del Kierkegaard más breve en unas páginas llenas de encanto y humor. LEER MÁS




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EL POETA Y EL ESPEJO DEL TIEMPO

Si Hölderlin aseguró que "lo que dura, lo fundan los poetas", es probable que Andrés Trapiello se conformase con una versión menos ambiciosa (o presuntuosa) de esta frase, tal vez: lo que dura, lo reflejan los poetas. Ante todo, porque lo captan, lo acogen y, sólo después de cerciorarse de su carácter genuino, cierto, lo vuelcan en un papel en versos fijos, pulidos y esplendorosos. ¿El poeta como un copista? Tampoco tan poco, pero casi que así. En Segunda oscuridad encontramos abundantes ejemplos de ello. LEER MÁS


ENTREVISTA A CLAUDIO MAGRIS

El reconocido autor de obras como El Danubio reflexiona en esta entrevista sobre los fundamentos de la cultura europea, cuyo núcleo fuerte es la apuesta por el individuo frente a la totalidad indistinta. El escritor apuesta por abrir esta tradición al diálogo con otras culturas, pero sin olvidar este rasgo distintivo, el cual la ha hecho atractiva a los ojos del mundo entero y la ha convertido en destino de peregrinación masiva. En cuanto a la reivindicación de otras voces sepultadas por el canon generalmente admitido, afirma que "hay que potenciar el descubrimiento de las minorías culturales­, sin caer en el culto de lo excéntrico que rechaza la cultura heredada por el simple hecho de haberse visto sostenida por el consenso". LEER MÁS



FIODOR DOSTOIEVSKI Y LA VOCACIÓN DE DESVÍO

En Memorias del subsuelo, el autor ruso cede la voz narrativa a una sombra pálida, fosforescen­te, que relata la teoría y la práctica de la infamia. Confinada en el gulag de su lucidez, infectada por el exceso de inteligencia ("ser demasiado consciente es una enfermedad"), la voz desgrana uno a uno todos los argumentos que refutan desde la raíz la Escatología del Bien que, antes y ahora, chantajea a los hombres desde el nacimiento: triunfa y serás feliz, vence y serás hombre. Pero, como el propio autor se pregunta, de una forma retórica: "¿No habrá en el mundo algo que sea, en efecto, más preciado para cada hombre que sus mejores beneficios?" LEER MÁS


TÉCNICAS DEL AURA

La depauperación de la obra de arte, disuelto su contenido de verdad y exiliada su función a fetiche inesencial de consumo masivo, configura  la situación histórica que describe Benjamin en un texto publicado en 1936, en pleno auge de los fascismos. En nuestros días, cuando ha concluido el programa de ocupación total de lo real por parte de la ciencia, las reflexio­nes de Walter Benjamin se antojan de gran actualidad. LEER MÁS

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El filósofo Gonçal Mayos, profesor de la Universidad de Barcelona, afirma en este texto (que forma parte de su libro Macrofilosofía de la Modernidad) que en estos sombríos tiempos posmodernos, la necesidad de superar el nihilismo es hoy, sin duda, mayor que nunca antes. La Postmodernidad no será realmente post-Modernidad si no traspasa finalmente el nihilismo e inicia un nuevo comienzo antinihilista. Como ya escribía Nietzsche, "una filosofía experimental anticipa a modo de ensayo las posibilidades del nihilismo radical, sin que con ello se quiera decir que se limite a un no, a una negación, a una voluntad de negar". LEER MÁS

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 El Aforista