Conjurar la barbarie


Javier Dámaso.- No es casual que en un tiempo de barbarie e incertidumbre como el actual, de pronto, en un par de años desde que Mario Pérez Antolín, autor de este su segundo y excelente libro de aforismos, publicara el primero (Profanación del Poder, 2011), se haya producido una verdadera eclosión del género. Sin duda, ha contribuido a ello la reciente publicación por la editorial Trea de la antología elaborada por el profesor de la Universidad de Valladolid José Ramón González, Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología 1980-2012, pero esta obra es más la expresión de un síntoma que su causa. El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo.

Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden. Resulta curioso que como instrumento para conjurar la barbarie actual, dos escritores consagrados, como Mario Vargas Llosa y Alessandro Baricco, hayan escrito con una diferencia de cuatro años sendos libros bárbaros (La civilización del espectáculo, en 2012, el primero, y Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, en 2008, el segundo). Y digo bárbaros, porque ambos libros son en realidad una recopilación un poco elaborada de artículos de prensa, lo que da como resultado unos libros “afables”, de consumo, que luego se olvidan con la misma facilidad que se engulleron. Un buen modo de calmar su conciencia y de hacer dinero a cuenta de la barbarización, contribuyendo un poco más a ella.

El libro de Mario Pérez Antolín procede de un modo muy diferente, pues en sus páginas, aforismo tras aforismo, como un lento goteo de lluvia fina que cala hasta los huesos, va destilando un pensamiento hermosamente escrito, al modo de un largo poema que va lanzando pequeños dardos de reflexión que sorprenden y tocan al lector.

Las materias a las que se refieren sus aforismos son de variada temática. “Poder, sexo, muerte, ética, estética, literatura, metafísica, sociología, psicología”, recoge el breve resumen de la contraportada. Pero también amor, dinero, economía, usos sociales, religión. Como el Zibaldone de pensamientos de Leopardi o los escritos de los autores clásicos, un Aulo Gelio en sus Noches áticas, el texto de Pérez Antolín recorre la vida misma en sus variadas facetas, de forma que los breves textos aparecen aquí como fragmentos de un todo que se construye como un calidoscopio, configurando una estructura plural y multicolor, de raíz poética, pero de expresión filosófica y estilo en muchas ocasiones narrativo. La pluralidad de temas y matices se entrelazan y continuamente sorprenden a través del impacto del razonamiento recogido en cada aforismo, que como saetas van dejando su huella consecutivamente en el lector. Los títulos de los capítulos recuerdan a veces a Cioran (“En las simas del pensamiento”), a veces a Beckett o incluso a Guillén (el poeta del 27, el bueno, como dijera, si se me permite la broma, Octavio Paz).

El resultado final, entre el calidoscopio y el dibujo de una falla tectónica cortada al bies, es una suma de pensamientos que a modo de colores superpuestos o de estratos, van saliendo a la superficie como si se exhumaran en una excavación arqueológica. Escepticismo y melancolía se conjugan para defender la dignidad del hombre. No se dice cual es la más cruel de las certezas, pero bien pudiera ser la creciente barbarización de nuestras sociedades, que este hermoso opúsculo persigue conjurar con lo que el hombre es según la definición científica, homo sapiens, el pensamiento.


Mario Pérez Antolín. La más cruel de las certezas. Prólogo de V. Camps. Baile del Sol, Tegueste, 2013.




NEILA Y LA ESCRITURA FRAGMENTARIA

Pensamientos de intemperie constituye una excelente ocasión para constatar que el género aforístico en España está en buenas manos, y se encuentra muy lejos de ceder a los cantos de sirena de la facilidad y el ingenio barato, proporcionándonos por el contrario numerosas ocasiones para el deleite intelectual, estético y moral. No en vano, este libro no ha sido escrito en un rapto de la inspiración momentánea, sino que es una amplia y cuidadosa selección de los cuadernos que, durante años, ha ido escribiendo Neila, poseedor de un dominio de la técnica fragmentaria y profundor conocedor del género. El resultado debe calificarse de un completo acierto. LEER MÁS

ELOGIO DEL AFORISMO

Un aforismo puede ser una minúscula obra maestra. Cuando el humorista Lichtenberg apunta "Aquel hombre era tan inteligente que casi no servía para nada", hace una broma inolvidable. Al escribir el sutil Joubert "Cuando mis amigos son tuertos los miro de perfil", dice en pocas palabras algo admirable. El aforismo del cáustico Chamfort "Sé mi hermano o te mato", hace una crítica profunda a los excesos de la Revolución Francesa. Los aforismos en su brevedad demuestran la increíble fuerza de las palabras. LEER MÁS

MARZAL Y EL ECOSISTEMA DE LAS PARADOJAS

La arquitectura del aire (el primer libro de aforismos del poeta y narrador Carlos Marzal) está plagada de paradojas, al menos en apariencia. Puede que las tres cuartas partes de los aforismos contenidos en este libro sean paradójicos: retruécanos, juegos invertidos, afirmaciones que, al asomarse a su propio espejo, cambian de sentido... La técnica incluso se hace, por momentos, fatigosa, incurriendo en cierto automatismo, como el propio Marzal no puede dejar de constatar: "Si no es algo y su contrario, apenas me interesa". Claro que eso extraña muchos riesgos... LEER MÁS

BLANCHOT Y EL AFORISMO COMO ALIANZA

Según Blanchot, el aforismo obliga al lenguaje a traicionar la tiranía de la conciencia y a erigirse él mismo como objeto puro del pensamiento, como existencia autónoma de las palabras. Más aún: el aforismo conserva la fuerza esencial de la experiencia sólo porque suscita en las palabras un movimiento reflejo que, a su manera, rinde un homenaje (póstumo, eso sí) a la simultaneidad de esta experiencia. El aforismo no trata de traducir en palabras la experiencia, sino al contrario, pretende suscitar de las palabras una forma de vivencia original y, al mismo tiempo, absolutamente monstruosa: la de la catástrofe del lenguaje, el cual ha renunciado a dar cuenta del mundo y trata, a cambio, de construirlo (pieza a pieza) de nuevo. LEER MÁS

LANÚS, PORCHIA Y LA VERDAD DE LA ASTILLA

Argentino como él, Alejandro Lanús utiliza la contradicción porchiana como método de investigación de aquello que le obsesiona: “Todo me habita, excepto yo”. Esta utilización técnica de la contradicción no solo encuentra verdades inéditas en los arabescos del lenguaje, sino que dinamita lo que consideramos como lógico para hacer ver las trampas de las palabras y el coto reducido que la lógica misma tiene sobre la realidad. “Las alturas bajan, subiendo”, decía Porchia, aquel hombre extraordinario que vivía con la misma gravosa austeridad su propia existencia y su relación con las palabras. LEER MÁS

FRAGMENTO VS. AFORISMO

El aforismo o el axioma defienden la inmediatez del objeto del conocimiento ante la conciencia (aunque su naturaleza sea oscura, como en Heráclito); la del fragmento establece una dificultad apriorística en la capacidad del sujeto por aprehender el objeto. La diferencia estriba en el verbo ser. Desde el punto de vista del conocimiento, el aforismo trata con la realidad de forma directa, conformando su idea previa de que existe un contacto inmediato entre el objeto de conocimiento y el sujeto que lo aprehende; mientras que el fragmento, indirecto, incompleto y dubitativo, oscila con respecto de la posición del sujeto ante su objeto. LEER MÁS