Manuel Neila y el aforismo como tabla de salvación

José Luis Trullo.- Según nos recuerda en su nota introductoria Manuel Neila, "en la escritura fragmentada confluyen varias tradiciones: la escritura moralista francesa que surge en el siglo XVII, la escritura idealista alemana que se consolida en el siglo XIX y la escritura fragmentada desde Pascal a Canetti, pasando por Lichtenberg y Joubert". Lo que está claro es que el aforismo no se lo ha inventado Twitter, ni es consecuencia de la generalización del eslogan como forma de comunicación política o publicitaria. Desde los adagios latinos, pasando por la máxima moral o la sentencia, hasta desembocar en el refrán o el proverbio, la pretensión de quintaesenciar una idea general en un número muy limitado de palabras no data de esta mañana, sino que puede que se remonte al comienzo mismo de los tiempos. Y es que apunta a un principio básico de la expresión lingüística: la economía.

Otra cosa es que para el autor de estos Pensamientos de intemperie, escribir aforismos haya acabado convirtiéndose "en una suerte de analgésico o de cura contra el tiempo y la ceguera". Eso sí que puede que sea más reciente, y apunte a la necesidad contemporánea de ponerle un dique a la corriente de pensamientos y sensaciones en cascada que nos cerca por todas partes. Escribir un aforismo sería, en cierto modo, como hacerle una fotografía a nuestra conciencia en un momento único e irrepetible de su flujo incesante hacia la nada. Esta comprensión del lenguaje como síntesis puntual y significante de una concatenación atropellada y anodina de impresiones vacías sí que parece muy actual, y acorde con unos tiempos como los nuestros, completamente desnortados.

No en vano Neila apunta que "la elección formal de la escritura fragmentada nunca ha sido fortuita o caprichosa, y tampoco iba a serlo ahora. Tal vez tenga que ver con el proceso de descomposición de la sociedad que nos acoge y, en ocasiones, nos sobrecoge hasta el desconsuelo. También puede deberse a la carencia de un fondo de convicciones compartidas por todos, en cuyo caso resulta necesario insistir en esas «preguntas originarias» que, al no haber obtenido respuestas definitivas, no podemos por menos de formularnos de nuevo". Es decir, que escribir aforismos sería cualquier cosa menos fruto de la comodidad, la pereza o la garrulería creativa: obedece tanto a una comprensión del mundo como de la aptitud del ser humano para captarlo aquí y ahora, y dotarlo de sentido.

En el libro de Neila se combinan aforismos de carácter reflexivo e íntimo con otros abocados a cierta diatriba moral, ya sea acerca de los usos sociales vigentes como sobre los valores imperantes en nuestra época. No desperdicia la ocasión el autor de cargar contra los sempiternos enemigos de los poetas que no son del gusto de las mayorías, caso de los poetas que sí lo son, el propio mercado literario, el adocenamiento impuesto por las modas, etc. Aquí es donde Neila puede parecernos menos inspirado, pues las tesis que sostiene se compadecen mal con el hecho cierto de que ha sido publicado, y nosotros lo estamos leyendo con provecho.

Por lo demás, Pensamientos de intemperie constituye una excelente ocasión para constatar que el género aforístico en España está en buenas manos, y se encuentra muy lejos de ceder a los cantos de sirena de la facilidad y el ingenio barato, proporcionándonos por el contrario numerosas ocasiones para el deleite intelectual, estético y moral. No en vano, este libro no ha sido escrito en un rapto de la inspiración momentánea, sino que es una amplia y cuidadosa selección de los cuaderrnos que, durante años, ha ido escribiendo Neila. El resultado no puede por menos que calificarse de un completo acierto.

MANUEL NEILA, Pensamientos de intemperie, Renacimiento, Sevilla, 2012, 152 páginas.



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