REFUTACIÓN DEL ACTIVISMO


José Luis Trullo.- En nuestra sociedad, desquiciada desde hace tiempo por la gestualidad y el energumenismo, el activista goza de un extraño prestigio. Se le presupone una honestidad, unos ideales y una entrega a su causa que parece eximirle de cualquier sombra de sospecha. Un activista, además, por definición está del lado de "los buenos", o sea, de "los nuestros": así, en cuanto pronunciamos la palabra activismo imaginamos que, por necesidad, sólo existe activismo de izquierdas, mientras que el de derechas sería poco más que una variedad de terrorismo: de ahí que el activismo proabortista se vea ornado de todo tipo de aureolas santas y el antiabortista, de un infame rosario de diabólicas sombras. Además, el activista se llena la boca de la palabra "derecho"... ¿y cómo va a ser malo alguien que está a favor de ampliar hasta el infinito nuestros derechos, aunque sea al precio de extender un manto de silencio sobre nuestros deberes, compromisos y obligaciones hacia los demás?

Sin embargo, es preciso poner pie en pared y meditar un poco sobre ello.

Partamos de la base de que, desde el momento en que el activista ha decidido "pasar a la acción", debe dejar de pensar. Un activista es alguien que se limita a actuar: deja atrás las dudas, la ambigüedad y la incertidumbre -consustanciales al pensamiento verdadero- y se atiene a una lista de conceptos sobre cuya validez ya no puede poner en barrena. Actuar siempre supone, de por sí, cierto tipo de miopía parcial, pero actuar bajo la égida de un ideal ya nos arroja en los brazos de la ceguera. No, el activista ya no reflexiona, ni analiza, ni (se) cuestiona sus valores, sus principios o sus creencias: tal vez si actúa sea, justamente, porque quiere dejar de pensar. Ha dado el paso de convertir sus opiniones en dogmas.

De ahí que todo activista se signifique por su impetuosidad verbal, la vehemencia de sus proclamas y el alarde de consignas ampulosas que a duras penas logran disimular la penuria de sus fundamentos. En cuanto comparece el activista, hacen mutis por el foro el filósofo, el pensador, incluso el mero ente pensante. Un activista tiene siempre algo de fanático "de lo suyo": cuando emite un juicio, lo hace con el guión perfectamente aprendido, en el cual se repiten ciertas muletillas perfectamente predigeridas para ofrecer el aspecto de un discurso articulado.

Porque esa es otra: el activista no se conforma con dejar de pensar, sino que quiere hacerlo dando la impresión de que ya lo ha pensado todo. Un activista parece tener respuesta para cualquier perplejidad con la que se tope: no hay nada que escape a su mirada omnicomprensiva (la cual, si parece abarcar el orbe entero, es al precio de haberlo reducido primero, cual Procusto, al tamaño de su cerebro). De ahí la sobreabundancia de 'estudios', 'informes' y 'documentos' con los que se suelen pertrechar todos los activismos ante de saltar al ruedo. Se diría que, durante años, no han hecho otra cosa que analizar, y que ya se han agotado de hacerlo.

Pero el gran fraude del activismo es que la realidad siempre es infinitamente más compleja que el peor de sus sueños, y sus fuerzas desmesuradamente más débiles de lo que quisiera imaginar. Esa secreta conciencia que tiene el activista de la desproporción entre la visión que tiene del mundo y la percepción de su propia capacidad de transformarlo es lo que explica que, en no pocas ocasiones, el activista acabe dando el último paso, abrace la violencia como vía 'legítima' para la consecución de sus fines (los cuales, huelga decir, nunca pueden ser revisados, so pena de devolver al activista a su primaria condición de... pasivista) y se transforme en terrorista. De hecho, ya se han dado numerosos casos, en la historia del activismo reciente, de dicha transición: en la Europa de los años 60 y 70, muchos grupúsculos de ultraizquierda y algunos de ultraderecha acabaron poniendo bombas en estaciones de tren, mientras que otros activismos menos intrépidos se conforman con acosar al prójimo, destrozar el mobiliario urbano o perturbar la pacífica convivencia urbana con sus interminables marchas reivindicativas.

Nadie en su sano juicio negará que muchas causas que han movilizado a amplias capas de la población han reportado beneficios para la comunidad entera: las luchas contra la discriminación por cualquier motivo (racial, sexual, religioso u otros) son todo un ejemplo de ello, y hay que loarlo. De lo que aquí se ha tratado es de desenmascarar la radical indigencia racional que implica pasar de manifestarse púbicamente en contra de un abuso, a asumir el papel de redentor del mundo.,. un papel que, por desgracia, siguen dando muchas personas, a despecho de las pésimas consecuencias que suele acarrear para los demás, y para ellas mismas.






EL LIBRO COMO ALTAR PORTÁTIL

Que la nuestra sea una época que le ha dado la espalda a los libros (a despecho de que, gracias a la impresión digital bajo demanda, hoy se publican más títulos que nunca: en España, más de ¡80.000! cada año) acrecienta nuestro estupor ante lo que significaron, en términos no sólo de conocimiento, sino ante todo vivenciales, para las personas de otros tiempos. Pasma saber que, para ellas, poseer un libro, aunque se tratase de un humilde devocionario en el que se recogieran las oraciones que se debían entonar todos los días, lejos de significar una práctica mundana, incluso banal, se revestía de una auténtica dimensión mística, trascendente. Es por ello que, en cierta ocasión, he llegado a hablar del libro como altar portátil.

ROBERTO JUARROZ:
LA CREACIÓN DE UNA NUEVA PALABRA


El poeta argentino Roberto Juarroz (Coronel Dorrego,1925, Temperley, Buenos Aires,1995) constituye un ejemplo perfecto de escritor autoconsciente de sí mismo y de la tarea acometida en su obra, hasta el punto de que, excepto algunos, no muchos, poemas, el grueso de su producción se agrupa bajo el título “Poesía Vertical”, formada por trece volúmenes publicados en vida, más otro último, póstumo, y algunos poemas posteriores sueltos. Así, esa única obra, desplegada en sucesivas entregas, como ramas salidas de un único tronco y de una sola tierra nutricia, puede entenderse como una sucesiva profundización de unos pocos temas que la recorren y vertebran por entero, o quizá mejor dicho, de uno solo, con varios rostros: el sentido de la creación poética; la función del poeta y su palabra; la posibilidad de una experiencia poética omnicomprensiva de la Realidad. LEER MÁS


LA POESÍA CUÁNTICA DE BASARAB NICOLESCU

En este denso y atento análisis de los Teoremas poéticos del físico rumano, se define al ser humano como un buscador del sentido profundo por debajo de la apariencia contradictoria de la presencia-ausencia de las cosas. Y es que no es sino en la experiencia interior donde el sentido nace. De esta forma, los poetas, “que usan las palabras como objeto de investigación de lo que está más allá de las palabras”, serían los “físicos del sentido”, aquellos que se mueven en el ámbito omniabarcante de la lógica ternaria del tercero incluido. LEER MÁS


ADIÓS A LAS LIBRERÍAS

Decenas, cientos de autores de referencia, cuya solvencia está fuera de toda duda, no encuentran acomodo en las librerías del siglo XXI. Sin embargo, miles de alfeñiques literarios acaparan toda la atención de unos lectores que, eso sí, se verán a sí mismos como detentores de una alta capacidad crítica, pues... ¡están al día! La actualidad lo devora todo en el altar del instante; no hay tiempo para emplear lo que se lee en madurar un pensamiento propio, en entablar una relación dialéctica con lo leído: hay que leer mucho y rápido, opinar a bote pronto y pasar a toda velocidad al próximo título, ¡la farsa debe continuar! LEER MÁS


KAFKA: LA CONDENA DE SER ACUSADO

En un sentido profundo, el dedo que acusó forma parte de la mano que castiga. O, dicho a la inversa, el índice que aprieta el gatillo es el mismo que antes señaló la pieza. El vínculo entre la hostilidad de la acusación, la vergüenza que siente el señalado, el sentimiento íntimo de culpa y el castigo exterior ha sido expuesto por Franz Kafka a la cruda luz de su escritorio.  El nexo que advirtió Kafka entre la acusación y la condena se reduce al más simple de los enunciados posibles: la condena consiste en la acusación. Esa equiparación entre acusación pública y condena revela el significado social de la acción de acusar en voz alta o por escrito que cualquier grupo emprende contra uno de sus miembros. LEER MÁS


LA ESCRITURA CONTRA LA LECTURA

Leon Tolstoi, en sus diarios, especulaba con la perspectiva de no publicar nada en vida, asumiendo que el texto verdaderamente valioso es aquel que se propone, activamente, no ser leído. Y es que, si uno escribe, es porque ha renunciado ‒ni que sea mientras escribe‒ a hablar, no sólo porque no encuentra interlocutor, sino porque inconscientemente lo aleja. Sí, aunque no lo sepamos, escribimos, no para acercar(nos) a los demás, sino para mantener las distancias, para poner silencio de por medio, para hacer el vacío en torno a nuestras palabras, las cuales, por el mero hecho de ser plasmadas, acceden a una existencia soberana, plena, más allá de que sean o no atendidas por un destinatario más o menos concreto. LEER MÁS


LA AMARGA LUCIDEZ DE SÁNCHEZ FERLOSIO

Es la de Ferlosio la viva estampa de la renuncia. Ya hace mucho que se ha rendido. "Lo malo de los viejos es que ya no cambiamos de opinión", admite, aunque no se acaba de entender qué tiene de sabio empecinarse en el error. Y es que Ferlosio encarna a la perfección cierta forma de ejercer la hispanidad, que él mismo retrata con certeras palabas: "La desazón española no ha conocido nunca la esperanza, en su lugar pone una aceptación eternamente rencorosa". Rencoroso es el pecio ferlosiano, lúgubre, airado, sin ironía, crispado hasta lo cómico. LEER MÁS


EL ÁRBOL EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

Libros al Albur acaba de publicar la antología El árbol en la poesía española del siglo XX, un ebook gratuito que incluye decenas de poemas sobre esta bella temática. León Molina, el poeta y aforista cubano residente en España, ha escrito un emotivo prólogo como invitación a su lectura y disfrute, que reproducimos con la autorización del autor. LEER MÁS


EL HOMBRE QUE SE INVENTÓ A SÍ MISMO

Que Bukowski perseguía una idealización catártica de una existencia gris y hasta patética queda avalado en que se convirtió a sí mismo en personaje literario: en (anti)héroe de... ficción. Henry Chinaski, alter ego del autor, protagoniza algunas de sus obras más reputadas, en cuyo odre vierte con desparpajo todos los atributos que él mismo no se atrevía a encarnar en la vida de todos los días. Se presentaba como adalid de los desarrapados, las prostitutas y los mendigos, pero él era millonario. En su libro sobre el autor de Factótum, Juan Corredor concluye con palabras que no dejan lugar a dudas: "Su afición a la marginalidad es impostada y está respaldada por una cuenta de ahorros". LEER MÁS


LA POESÍA COMO CELEBRACIÓN

El poeta Antonio Reinoso Lamela se pregunta: "¿Tiene que cantar siempre el poeta a una pérdida, a lo que le falta para estar completo, a lo que está a punto de llegar pero nunca se nos da totalmente? ¿Tiene que ser la gran poesía una elegía, un lamento, o por lo menos un canto a la ausencia, a lo que se nos escapa? Hay ejemplos de lo contrario. El mejor Jorge Guillén, el de Cántico, que hace de la poesía un canto a la vida perfecta, a la absoluta belleza de todo". LEER MÁS


LA ÚLTIMA METAMORFOSIS 
DE OSCAR WILDE

La carta que Oscar Wilde le escribe a Alfred Douglas desde la cárcel de Reading es más un breviario de espiritualidad más que una confesión, un sudario o una premonición biográfica. Aquí nos importa ahora su naturaleza de refutación de un equívoco, de patada a la superfluidad de cierto decadentismo de escaparate, más que su incidencia como punto de inflexión de un mito literario (y, como tal, condenado a la pequeñez de los manuales y de los fieles). El De profundis es un hito por lo que tiene de desafío de la tradición balsámica del arte: es, ante todo, un evangelio profano. LEER MÁS


JUAN RULFO : EL SILENCIO COMO OBRA DE ARTE

Tras publicar dos libros decisivos para la historia de la literatura hispanoamericana, Juan Rulfo amasó durante años su silencio. Lo trabajó como hacen los escultores con el mármol, la piedra o la madera. Lo trasladó a sus fotografías. Y así siguió trabajando su silencio hasta que llegó a ese punto en el cual el silencio se volvió algo impreciso como una luz que todo lo oscurece, pero ya Rulfo estaba en esa orilla donde nada importaba y donde el silencio fue a larga una obra de arte sólida en su fugacidad, una obra de arte que le robó tiempo a su escritura y a su vida. LEER MÁS


CONRAD Y EL SENTIDO DE LA AVENTURA

En una época como la nuestra, hombres del siglo XXI, que hemos despreciado (salvo contados casos) la dimensión existencial de la aventura, que se reduce en nuestros días a una parodia grosera en los llamados deportes de riesgo y los programas de las agencias de viajes organizados, volver a leer los relatos marineros (de entre los que destacan con fuerza La línea de sombra, Tifón o El corazón de las tinieblas) del escritor polaco, nacionalizado británico, Joseph Conrad significa recuperar una tesitura espiritual para la que, tal vez, ya hemos perdido toda esperanza. LEER MÁS


¿QUÉ SENTIDO TIENE LA LITERATURA?

Tal vez, la literatura es el único espacio donde las contradicciones no se crean ni se destruyen, sino que conviven y se transforman ante nuestros asustados ojos. La literatura es el deseo de nunca acabar. Pero, para llegar a este espacio indómito y fundacional, no basta con la pluma, la máquina de escribir o el ordenador personal; tampoco nos asegura el acceso a él una imaginación desgarrada, una habilidad técnica o un cierto compromiso con la tradición consolidada. No: para abarcar la raíz de la palabra y beber de las aguas de la inspiración original hay que dar un paso más allá. Pero... ¿hacia dónde? LEER MÁS


RILKE: PENSAR LO HONDO

Las Cartas a un joven poeta pueden ser consideradas un auténtico tratado de formación que, lejos de toda artificiosidad, acomete, en las diez misivas enviadas a F. Xaver Kappus, la tarea de tomarse en serio la vida, de hincar la existencia en lo profundo que constituye y nutre al ser humano. Cuando hoy las aristas del existir son permanentemente limadas, ocultadas y depreciadas, la lectura de este epistolario provoca ese vértigo del que habla la octava carta a propósito de algo que, en la actualidad, tampoco y tan poco queremos oír: “Estamos solos”. Gracias a ello descubriremos lo que el poeta llama “vida propia”, “nuestro destino”, que sólo puede develarse tras acceder a lo hondo pensado en su radicalidad… LEER MÁS


EL KIERKEGAARD MÁS BREVE

Contrario a los sistemas filosóficos establecidos en su época, principalmente el de Hegel, Kierkegaard pensaba que la razón que pretendían imponer perjudicaba a la creatividad y singularidad de la persona, por lo que optó por pronunciarse en sentido opuesto, enfrentándose a la dificultad y manteniendo vivo el espíritu a través de la ironía. Conocido como el «Sócrates del Norte», se servía de ésta, al igual que el filósofo de la antigua Grecia, como un arma contra el todo normativismo. Se acaba de publicar una nueva traducción de Diapsálmata donde podemos disfrutar del Kierkegaard más breve en unas páginas llenas de encanto y humor. LEER MÁS