Las palabras de hojaldre de Felix Trull


Felix Trull nació en una ciudad a orillas del Mediterráneo, aunque desde hace años reside en otra al borde de un río. Trabaja desde siempre en tareas editoriales, desde las más divertidas hasta las más tediosas. Ha publicado algunos textos (casi todos, con otro nombre), pero guarda en el cajón muchos más. Espera no ser reconocido nunca por la calle, por ninguna razón (ni buena, ni mala). También practica la fotografía. Viaja poco. Habla lo justo. Come decentemente. Duerme bien. Uroboro publica una selección de sus aforismos, includos en su libro Metas volantes (Libros al Albur, Sevilla, 2015). También pueden leerse algunos en revistas electrónicas, como El Aforista o Microfilias. Ha sido incluido en las antologías Aforistas españoles vivos (2015), Aforismos contantes y sonantes (2016) y Verdad y media (2017).


Ser es no ser percibido.


Las únicas fiestas sagradas son las fiestas privadas.


El hombre es un dios cuando escribe y un mendigo cuando interpreta lo escrito.


No sé quiénes somos, dónde estamos ni a dónde vamos. Es una sensación deliciosa.


A las palabras de hojaldre no les gustan las lecturas de pasta quebrada.


No comparto el fervor que muchos sienten al ver una muchedumbre enfervorizada. No comparto el fervor, en general.


Sólo sé que lo que sabemos no nos sirve para apenas casi nada.


Lo extenso y lo intenso se repelen como el agua y el aceite. Si es descomunal, no puede durar. Y, si dura, acabará alisándose...


La vida da tantas vueltas, y a tanta velocidad, que a veces me da la impresión de que se está empezando a quedar quieta.


Renovarse es morir.


Si el hombre tropieza dos veces en la misma piedra es porque nunca es la misma piedra.


Yo sólo digo mi canción a quien conmigo va. Y eso, a media voz... entre dientes... musitando.


La intuición es la razón más rápida.


Sólo sé que lo sabemos casi todo, pero que no nos sirve para casi nada.


Al final, el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio. Fuera.


Me gusta cuando me puenteas porque me haces sentir fluvial.


El libertinaje es el nuevo puritanismo.


Nadie se ahoga dos veces en el mismo río.


Que tu hemisferio izquierdo no se entere de lo que ignora tu hemisferio derecho.


La mano negra existe. Sólo que no es negra. Y no es una mano.


No juzguéis y no seréis condenados.


Lo único cierto es lo incierto.


Hay quien no le basta con dejarse ver, además tiene que mostrarse.


Los únicos rituales sagrados son los rituales privados.


Que hablen de ti, aunque sea de ti.


El juego es un proceso sin sujeto.


Si no lo creo, no lo veo.


La vida es demasiado larga como para tener un solo sentido y demasiado corta como para llegar a tenerlos todos.


¡Despierta! Sueña mi sueño...


Era tan insignificante para sí misma que se creía el centro de la vida de los demás.


Vine, vi y me fui.


Soy la punta de tu iceberg.


El amor ha muerto, ¡vivan los amantes!


Juega conmigo, no conmigo.


Mujeres que, cuando las estrechas entre los brazos, te los ensanchan.


Realidad: esa evasión.


Te. Todo se reduce a eso. Yo te.


Hay personas que te ahogan en su vaso de agua.


El obtuso agudo: esa cruz.


De todas las formas de matar, la más cobarde es dejar morir.


Todos los ismos son uno y el mismo.


Una verdad, repetida sin cesar, se convierte en una entelequia.


Conozco a tristes tan tristes que, cuando se cruzan con un alegre, le compadecen.


No existen caminos trillados, sólo topógrafos impacientes.


La miel más dulce es la que se queda en los labios.


Conocerme es confundirme.


Personas que yerran con tanta precisión, que se diría que apuntan.


Mi manera de hablarte siempre de amor es no hablarte nunca de amor.


Corrígete si me equivoco.


El sistema eres tú.


Piensa por ti mismo: pregúntame cómo.


Perseguir es ahuyentar.



 Metas volantes