Cuéntame un cuento, Alfonso Brezmes


Jesús Cañadas.- No dejes que me vaya a dormir sin una de tus historias. Quiero que lo último que me acompañe esta noche sea el vaho que se acumula en el espejo de tus ojos, el batir de alas de las hadas en tu voz. Quiero que me lleves contigo al lugar donde el tiempo rueda lejos de nosotros, por más que lo llamemos por su segundo nombre; donde el conejo nos persigue hasta nuestra madriguera y el amor de mi madre es un hilo rojo que aprieta mi cuello cada vez más.


Sigue hablando, Alfonso. No me dejes. Háblame de los sueños que nadan por el aire como luz que se escurre entre las manos. Cuéntame el cuento de la hojarasca que apostó su voz con el leñador celoso, el del día de los tornados elocuentes, el del país donde el otoño robaba a los niños con dedos de Octubre. Aprieta mi mano, por favor. Tengo miedo. Cuéntame de aquella vez que alguien metió todos los finales felices en un atillo de felpa y los tiró al río de los sobres lacrados; de aquella vez en que escondiste la luna en el fondo del armario y dejaste caer los recuerdos de tu infancia por las escaleras del pajar, y te reías mientras rodaban, rodaban, rodaban por aquel suelo constelado de besos que aún no se habían dado.



Quédate conmigo. Cuéntame el cuento del safari que hiciste al día en que murió mi padre. Quiero seguir oyendo tus palabras mientras el sueño me acaricia el interior de los párpados. Quiero que traigas a mis demonios a este lado, que me vacíes mis terrores, que contagies con tus sueños los míos.



Háblame del bosque donde las encrucijadas muerden el tobillo de los viajeros que saben adónde van, donde las migas de pan que marcan el camino tienen la forma y el sabor de las lápidas. Pero no leas en voz alta el nombre que tienen grabado. No quiero pensar que es el mío.

Sigue hablándome, Alfonso. Llévame contigo a tu mundo de sueños resquebrajados, mientras mis ojos se cierran y todo se vuelve oscuro, oscuro, oscuro.

Alfonso Brezmes (Madrid, 1966) sitúa su trabajo muy próximo a los territorios de ficción y al juego implícito, dibujando una poesía visual que nos habla a través de imágenes sutiles que logran penetrar en nuestros sueños más profundos. A través de distintos medios, se las arregla para construir castillos delicados siempre próximos a derrumbarse. El aire de ensoñación que llena cada obra tiene quizás que ver con la sugestión, pero la verdad es que parece que en cada ocasión una nueva fábula nos es susurrada al oído (Revista Cultural Vulture).