Baltadzhieva: "Somos lo que hablamos"



Zhivka Baltadzhieva nació en Sofía (Bulgaria) en 1947, aunque creció en una ciudad de provincias, Sliven. Licenciada en Filosofía Búlgara y Rusa, se doctoró en Filología Eslava por la Universidad Complutense de Madrid. Así resume la autora su integración en la sociedad y la cultura españolas: "En septiembre de este año 2013 se cumplirán 30 años desde que por primera vez, el día de mi cumpleaños, aterricé con mi familia en el aeropuerto de Barajas. Cumplía 36 años. Vivo aquí tanto tiempo en español, sufro, siento y pienso las alegrías, la felicidad, el terror, las pérdidas, las satisfacciones, los fracasos, el asco, la nausea y la muerte misma en español. A todo aquello que guardaba en mí tuve que darle un nombre más, otro nombre, y con ello otros significados, otros matices, otros recuerdos, ilusiones, alusiones, asociaciones y sentimientos. Empezar a escribir en español era lo natural. ¿No? El resultado de todo esto son los poemas bilingües. la mayor parte de mis versos de los últimos 20 años, de una forma, para mí misma extraña, se escribe a la vez en las dos lenguas. No me siento capaz de describir este proceso en el cual la una interviene en la otra e impulsa los significados, las imágenes, el pensamiento y el sentir. Solo puedo añadir que siempre asoma la feroz pregunta: ¿Está realmente en español? Resulta un tanto violento por estas dudas. Les tengo un respeto enorme a las palabras. Somos lo que hablamos, las palabras que articulamos y pensamos".

— ¿Es la poesía el género idóneo para la expresión de la esencialidad vital, o piensas que es posible reflejar esa esencialidad a través de otros géneros? 

— La palabra, para hacer su trabajo, no necesita de material intermediario, le basta con nuestro ser. Y este es un privilegio importante, una enorme ventaja. Pero no creo practicables en el espacio de la creación ningún tipo de graduaciones, divisiones, escalas, construcciones piramidales. Ya es suficiente con que reinen en lo social. Son cada vez más los artistas que buscan expresar el semblante de sus preguntas y sus respuestas esgrimiendo el lenguaje de diferentes artes a la vez. Es la urgente necesidad de comunicación más plena, empujada por la insatisfacción interior y la inseguridad exterior, por la belleza del mundo y por las manipulaciones inhumanas, por el secuestro de la existencia por parte de un orden muy egotizado, muy egotista, muy egotizante.

— Tu poesía sugiere un prisma de significados referidos a las dudas más existenciales del ser humano, ahondando en lo más dramático, lo cual provoca en numerosas ocasiones estremecimiento. ¿Eres consciente de la técnica utilizada que, aparentemente sencilla, conmueve el lector hasta poner en duda sus cimientos?

— Cuando escribo algo, sea una carta, un poema o un artículo de investigación, nunca pienso en ninguna técnica existente o por inventar. Escribo tal como puedo, tal como vivo, siento y pienso, tal como vienen y piensan las palabras. Mis circunstancias vitales me obligaron a aprender primero a no expresar, no articular, no hablar, no compartir, no pronunciar lo que de verdad importa, lo que de verdad duele. Esto sigue creándome problemas. Incluso para contestar ahora. Mi lucha principal consiste en conseguir expresar. El escribir se hizo para mí ya en la niñez. Tenía una bisabuela que solía curarme pronunciando largas series de palabras inconexas hasta que se me pasaba la fiebre. Una vez le dije: “Quiero que me enseñes estas palabras, las debo aprender, a mamá le duele la cabeza. Debo curarla”. Su respuesta fue: “Ay, mi hijita, tendrás que mirarla con ternura, con toda tu ternura, mirarla, mirarla y las palabras vendrán. Solitas vienen”. Nunca se me quitarán de la cabeza y del corazón estas palabras. Y esto será para siempre para mí la poesía: mirar, ver, sentir, nombrar, compartir, reinventar, imaginar, amar, liberar.

— En el último libro de poemas que ha publicado, Fuga a lo real, aparece tanto la brutalidad como la más delicada ternura, fruto de una exhaustiva introspección. ¿Cómo es posible combinar categorías tan antitéticas?

— Mire, cuando hacía algo mal, mi madre en vez de gritarme o pegarme me acariciaba la cabeza, el rostro, me secaba las lágrimas y me explicaba, me calmaba, me ayudaba a reconocer mi error, tener la conciencia de que esto o aquello no está bien, superarlo. Aprendí casi fisiológicamente que nada bueno se puede conseguir a la fuerza, con violencia. Solo se puede engrandecer y preservar la vida desde el amar/pensar, pensar/amar. No ciegamente, no pasivamente, sino esgrimiendo la conciencia, la memoria, la serenidad del pensar. Lo que importa y duele se articula en su máxima autenticidad y crudeza desde el máximo amor.



— Por otro lado, en este libro alude a la literatura y la mitología clásica, a través de referencias a Homero, Ovidio, Dante, la Biblia, entre muchos otros. ¿Qué importancia tiene el mito en sus últimas creaciones poéticas?

— La lectura, la imaginación, la escritura eran desde siempre mis espacios de fuga de la irrealidad de la vida. Espacios de libertad y felicidad. Los espacios del pensar humano. Vi desde muy pequeña mucha muerte, demasiada muerte. De personas, de paisajes, de sentimientos, de ilusiones, de ideas. Cuando alguien o algo muere, siempre siento una especie de culpa personal. Me siento descuartizada. No creo posible habituarse a un sentimiento así. Necesito arrancar, aniquilar la muerte. Necesito unirme. Necesito instintivamente crear mi propio “archivo” de lo vivo, de lo que piensa y ama y hace que “mueras muerte”. Un mito no es un arquetipo, es el consciente ininterrumpido del lenguaje común, de la esencia de las palabras donde todo lo que ha sido expresado sigue viviendo. Este proceso evoca la palabra necesaria, esa instintiva exigencia que asalta y obliga a implicar todo aquello que sentimos realmente vivo en un particular archivo contra la muerte. Pienso y siento que nada de lo que pertenezca al lenguaje y seguimos pronunciando, leyendo, recordando, asociando, puede ser “histórico”, ni concluso. Sigue buscando más matices, más pormenores, otras luces y oscuridades. Porque es parte de nosotros. Incluso los que nunca han leído a Gilgamesh tienen una visión y una palabra sobre la amistad, el amor, la muerte, el olvido. Es complejo. Voy a repetirme: somos lo que han creado las palabras, las usemos o no.

— Cada vez más, la poesía se hace hueco en las redes sociales. ¿Crees que favorecen la difusión de poetas y poemas poco conocidos? 

— Mi propia experiencia me dice que sí. Después de haber vivido, por decisión propia,  desconectada del mundo de la edición y las lecturas durante muchos años, fue gracias a las redes como empecé a volver. Los grandes medios de comunicación persiguen sus fines y tienen sus gustos determinados, y a menudo dictados. Gustos y criterios a veces absolutamente obsoletos. Nos están domando a toda costa. Lo noble y lo honrado no pocas veces mueren de asco y furia ante tanta violencia enmascarada, tanto maltrato dulcificado. Las redes parece que dan una oportunidad de superar la soledad total, de coincidir si hay suerte con otra voz y mirada. Pero también propagan todo de materiales. Se ha agrandado inmensamente el laberinto. Se ha amplificado y multiplicado hasta el infinito. Y La Nube amenaza con convertirse en una copia descuidadamente inyectada en los tejidos orgánicos del original. Pero ¿dónde está el original? Un bucle dentro de otro bucle de la existencia.

Coordinación: Mónica Cobeta Abad.