Schopenhauer: el color del ánimo


Antonio Reinoso Lamela.- Arthur Gwinner, el autor de esta semblanza biográfica del gran adalid del pesimismo en la filosofía idealista alemana, Arthur Schopenhauer, jurista de profesión, se hizo cargo de realizarla sin mucha convicción por su parte, como nos dice en su prólogo Luis Fernando Moreno Claros, el autor de esta cuidada edición de Hermida Editores. Lo hizo, según confiesa él mismo, movido por la amistad que lo unió al filósofo en su vejez, y por el deber de darla a conocer, dada la fama que adquirió en la última fase de su vida y la propia importancia de su pensamiento, y a pesar de no aceptar el ateísmo y pesimismo de este (Gwinner era un convencido practicante luterano).

El libro se divide en nueve capítulos que pretenden realizar un análisis detallado de la vida del filósofo alemán, quien, por otra parte, se declaró contrario a este tipo de semblanzas biográficas, desde su aspecto exterior (Cap. III: “Qué aspecto tenía”), hasta su personalidad y los detalles más íntimos de su biografía y su carácter (Cap. I: “Cómo creció” y II: “Cómo maduró”). O el octavo: “Cómo terminó”, dejando traslucir como idea de fondo a lo largo de todo él (idea por otra parte fomentada por el romanticismo y por el propio Schopenhauer) del carácter casi mesiánico del genio, y de la incomprensión y el rechazo que, consiguientemente, suscitó su pensamiento en los círculos intelectuales y académicos de Alemania, así como de las dificultades que halló para abrirse paso en medio del cerrado círculo erudito de la Universidad; y cómo ello lo llevó a enfrentarse en repetidas ocasiones con los filósofos más de moda en el momento: Fichte, Schelling y Hegel, a los que despreciaba profundamente.

Es cierto, como dice Moreno en el prólogo, que esta biografía de Gwinner, que sirvió de referente casi exclusivo para conocer la vida personal del filósofo alemán desde la misma fecha de su publicación en 1862, carece de unidad estilística a lo largo de los nueve capítulos en los que se divide, de manera que pudiera parecer que se trata de la obra de autores diferentes, o de uno solo con trastornos de personalidad. Esto se hace particularmente evidente en el Capítulo VII: “Lo que enseñó”, en el que trata de hacer una exposición somera de las ideas de Schopenhauer, y es donde más flaquea la obra, pues, a partir de una exposición farragosa y pretenciosa, nos deja la sensación de que no ha entendido nada, o muy poco, del pensamiento del filósofo de Danzig. Por otra parte, en la exposición que hace en el capítulo VI de quién fue el autor, se ganó la animadversión de algunos de los discípulos de Schopenhauer, quienes le achacaron que realizó un plagio descarado de una obra que mantuvo el propio autor en secreto, “Eis eautón (“Para sí mismo”), en la que, al modo de Marco Aurelio en sus “Meditaciones” anotaba a guisa de diario personal algunos rasgos de su carácter, a fin de poder explicarse y entenderse a sí mismo. Pero ese extremo nunca pudo demostrarse, pues supuestamente la obra quedó destruida en los bombardeos soviéticos de Berlín de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. De todas formas, algunos autores posteriores intentaron realizar una reconstrucción de dicha obra autobiográfica.

Para hacer hincapié en la falta de unidad de la obra, los aspectos más amables y verosímiles del libro aparecen en los capítulos finales, Cap. VIII: “Cómo vivió” y sobre todo en el final, el IX: “Cómo terminó”, en los que se aprecia el contacto directo del filósofo con su biógrafo. En efecto, este hace una semblanza detallada de las costumbres, el carácter y hasta las manías del Schopenhauer de sus últimos años, en los que figura la vertiente más humana y amable del filósofo, incluida la explicación comprensiva de algunos rasgos más extraños de su vida y su obra: su misantropía, sus paseos solitarios, y, sobre todo, y como ilustración de la devoción que profesó a los animales, la compañía permante de su perrito faldero Atma, que en sánscrito quiere curiosa y significativamente: “Alma del mundo”.

Finalmente, añadir que la impresión que deja la lectura de este libro es la de que detrás de toda obra, por aparentemente alejada de los intereses mundanos o de los aspectos más personales o biográficos de su autor, como es el caso de una obra de carácter filosófico tan destacada como la de Arthur Schopenhauer, late siempre una biografía humana, alienta un hombre con sus contradicciones, sus filias y sus fobias, con sus manías si se quiere. Que, finalmente, vida y obra siempre se imbrican en un todo indisociable, de forma tan profunda que resulta imposible explicar una sin hacer referencia a la otra. Es lo que nuestro José Luis López Aranguren en su obra Catolicismo y protestantismo como formas de existencia califica con el término “talante”: ese “estado de ánimo que condiciona y colorea nuestro mundo de percepciones, pensamientos y sentimientos”.


Wilhelm Gwinner. Arthur Schopenhauer presentado desde el trato personal. Hermida Editores, Madrid, 2017.